Mientras el gobernador Civil marchaba a su residencia a comer, las órdenes de los militares para "justificar el orden" llegan a la
Comandancia de la Guardia Civil, junto a la plaza de San Isidoro. Los oficiales detienen al teniente coronel de la Guardia Civil, que al
recibirlas ordena tomar el Cuartel de Infantería del Cid. Muy al contrario, se unen a los militares para tomar los puntos clave de la
capital leonesa y su concurrencia hace exitosa la sublevación.
El Gobierno Civil cayó a media tarde tras amenazar
con incendiarlo los sublevados y rendirse los líderes sindicales para evitar muertos entre los funcionarios.
Tras los enfrentamientos entre falangistas, ugetistas y cenetistas intentando asaltar las armerías durante la madrugada, apareció
un muerto en el Bernesga.
El general Gómez-Caminero, inspector general del Ejército llegó a León sobre las cuatro y media de la tarde y, tras informarse llamando al ministro de
la Guerra, resolvió la situación en el Gobierno Civil. Ordena al gobernador Militar, general Bosch, que entregara las armas a los mineros. En esos momentos estaba
presente el capitán Lozano, que había sido enviado por el coronel Lafuente del Regimiento de Infantería 31. Los militares del regimiento de Infantería
del Cid, en orden entregan a los mineros 300 fusiles, 25.000 cartuchos y dos ametralladoras en las inmediaciones del Palacio de los Guzmanes.
Quinientas personas se concentraban la pasada tarde en la Casa del Pueblo ante las peticiones insistentes de los líderes sindicales y obreros de que se arme al pueblo.
A estas horas del sábado 18 de julio los rumores, sobre todo los procedentes de las pocas radios que había en León ya estaban por la calle. El 18 de julio de 1936 era sábado. La ciudad tenía tres periódicos: el 'Diario de León', que llevaba en huelga semanas y no salió, 'La Mañana' de José Pinto Maestro (que casualmente es el autor del Himno a León) y 'La Democracia' de Miguel Castaño, el alcalde de la ciudad, un diario vespertino.
El gobernador Civil Emilio Francés había regresado el 17 por la noche de un viaje al que le había invitado el presidente de la Diputación, el jovencito Ramiro Armesto, de Ponferrada, ya que no la conocía.
Durante la mañana algunos sindicalistas, alertados por las noticias comenzaron a
acercarse al Gobierno Civil y la Casa del Pueblo. El Gobernador Civil, Emilio Francés comenzó a recibir instrucciones de Madrid, exigiéndole que cumpliera sus órdenes. Cosa que hizo al mantenerse al lado del mismo. No habla con los que se acercan a pedir explicaciones porque se está comunicando con otras autoridades.
En las radios de gran alcance se lanza una proclama exigiendo a los gobernadores civiles españoles que armen al pueblo. En el Ayuntamiento comienza a producirte cierta tensión entre serenos y alguaciles, dependiendo de su ideología.Los hechos comienzan a llevar al precipicio a España y durante la mañana parece levantarse un fuerte viento que presagia una gran tormenta política y social en León.
En Asturias avisan de que hay movilización
Los sindicalistas reunidos en la Casa del Pueblo unos, y en el Ateneo de la CNT otro empiezan a debatir con fuerza qué es lo que tienen que hacer en esta situación.
León, esa provincia en la que el mismo 14 de abril 1931 el alcalde de Sahagún, Benito Pamparacuatro, proclamó la Segunda República siendo uno de los primeros en hacerlo en España. Un lugar donde la propia burguesía se esforzaba en mejorar la Educación de todos, con el incomparable ejemplo de la Fundación Sierra Pambley y los Azcárate y su trabajo en la Institución Libre de Enseñanza. Donde aunque parezca lo contrario, se encontraban muchos de los grandes hombres que hacían España en aquel momento.
León, esa montaña de agujeros de carbón donde se alzaron en armas en la Revolución de 1934, hoy prácticamente olvidada por la gran mayoría; pero que durante los sucesos acaecidos allí protegieron al Cristo de Bembibre porque era 'minero' al grito de "Cristo Rojo, a ti no te quemamos". Una provincia que sufrió las estrategias y tácticas de Francisco Franco y su Legión en octubre del 34, que acabaron a sangre y fuego con el proceso revolucionario que sólo prendió con cierta fuerza en la Cordillera Cantábrica legionense y en Asturias.